Juntas a la par

Me acordé de ella jugando a las cartas, gritando, riéndose.

A veces me gusta pensar en ella, porque su partida fue algo natural, fue en paz. Y no sufrió. Lo positivo fue eso, ella no sufrio. Ella se fue feliz.

De vez en cuando me acuerdo de los comodines del mazo de cartas entre sus polleras para hacerle trampa a Cecilia. Me acuerdo de la devoción de su hijo por ella. También me acuerdo de las ganas de vivir que siempre tuvo, y de todo lo que lucho por ellos. Me acuerdo de quienes estuvieron para ella en los peores momentos, incluso no habiendo estado en todos. Me acuerdo de como se vestía, y como se pintaba de más en su boca porque sus labios estaban llenos de el paso del tiempo y eran muy chiquititos.

Ella salía a caminar siempre. Porque yo una vez la acompañé.

Y fue tan natural y tan repentino, que nunca me di cuenta de lo mucho que extrañaba todo eso.



Nunca te dije que me daban ganas de abrazarte cuando te veía.
Y te abrazaba 2 veces, cuando llegaba... y cuando me iba.

El corazón de las abuelas no debería detenerse nunca. 
El corazón de las abuelas es el motor de muchas cosas.
Sin él, el mundo se vacía.
Sin él, el tiempo se para.
Sin él, sentís que el mundo se te cae a pedazos.
Y cerras los ojos para no darte cuenta.

Me gustaría saber que ninguna de las dos se fue para siempre.
Porque eso es lo que no me gusta de esta historia.

El "para siempre", no siempre equivale a algo feliz.
Porque para siempre ellas se fueron,
y no van a volver nunca más.

Siempre vamos a estar juntas a la par.
Las dos, las tres.
Siempre las voy a tener al lado mio.
Pero nunca se vayan de ahí, por favor.

Me gustaría abrazarte una vez más. 
Una sola.



Me gusta acordarme de los viejos tiempos y sonreír. Me gustaría que estuvieras acá.

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