Resucitar y Otras Cosas

Quise hacer algo un poco distinto.
Siempre le digo a mamá que alguna gente que me rodea no es de las que se hacen preguntas.
Supongo que para ello
hay que tener fuerza
y ovarios
y equivocarse algunas veces.

Hace mucho tiempo no escribo, y hoy se termina Septiembre. Te hablo con una mano en el corazón: ¿te haces preguntas? porque mi historia más reciente deriva en una película. La vi cuando estaba interiorizándome en lo que creía amar. La vi porque tenía que ver películas, porque estudiaba cine y no veía películas. Se llamaba Escritores de la Libertad. Era algo así como una profesora que no podía adaptarse a la rebeldía de los alumnos y, como toda película comercial del primer mundo, todos terminaban amándola. Sucede que aquel día, luego de verla, terminé llorando como una criatura de cinco años. Te cuento un secreto: toda mi vida soñé con ser maestra

Contactar con los recuerdos y los deseos del pasado puede destruirnos nuestro presente, dibujando dos caminos: el típico camino bueno y el típico camino malo. Quizá puedas asignarle otros nombres. Quizá no sea igual para todxs. A mi si que me lo destruyó. Porque aquello que usé en nombre de mi don y profesión, me hizo ver otras realidades. No fui a dormirme en el mismo mundo y, si no me equivoco, después de ello no volví a ver películas. No pasaron más de dos días que ya mi mundo se había dado vuelta. Llegué a mi propia cresta. Llegué hasta el punto máximo de tolerancia. De repente, lo mismo que debía acercarme... me empujó en picada hacia el suelo. 

Recuerdo haberme ido en un viaje planificado, y tomarlo como una especie de descanso, de retiro: me voy a ser feliz; mis pensamientos, mi estrés, mi desgano y todas las millones de preguntas sobre el futuro... se quedan acá. Pero volví un domingo a la noche, y nadie es inocente respecto de lo que sucede los domingos a la noche.

Al día siguiente, tomé el ómnibus que me llevaba a la facultad. Recuerdo ver a mi mamá correr para saludarme. Recuerdo mirarla y viajar a los tres años de edad... cuando me despedía para ir al jardín. Pasó exactamente lo mismo: el micro arrancó... y yo me puse a llorar.

Perdí por completo el sentido de pertenencia.
Y de repente
no pertenecía a ninguna parte.

Los meses posteriores fueron dolorosos. Las veces que he llorado y peleado contra mi misma, son incontables. Encontrarse en otro lugar que no sea tu casa suele ser bastante difícil. Las pérdidas y los duelos de lo mismo nos desarma. La cabeza no da tregua ni por un segundo, y no para de preguntarte quién sos, a dónde querés ir, qué querés ser o a dónde querés llegar.


Empecé diciendo que hacía tiempo no escribía.
Sucedió 
que un día 
mientras me estaba buscando
me volví a encontrar.
(Casi sin darme cuenta)


¿Quién sos? ¿a dónde querés ir? ¿quién querés ser? ¿a dónde querés llegar?

Preguntate.
Respondete.

En cine aprendí
que el tiempo vale dinero.

No sé
si valdrá dinero en la vida
pero si que vale algo importante.
Y por primera vez
voy a dejar de hacer afirmaciones.

¿Qué vale el tiempo perdido para vos?



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