de los Andes
De los ojos cayeron recuerdos, deslizándose como quien camina por territorio propio y conocido. Somos fuertes. Lo sé. Supongo que al haber sido criadas bajo este sistema opresor, muchas de nuestras dolencias parten de la misma raíz. Mar me dijo que era lógico sentirme mal, que a las mujeres nos han criado para ser como los demás quieren que seamos; me dijo que a los hombres no les pasa. Qué sabrán ellos de conformar a la persona que le gusta, de reprimirse a si mismos para ser lo que creen que al otro le va a gustar. De algo que seguramente saben, es de lágrimas. Quizá esos conceptos machistas que tenemos incorporados hacen que se las repriman mucho más que nosotras. Pero es lo que sentí ayer cuando me desperté. Es lo que estoy sintiendo ahora: adentro duele. Como mujer, como persona herida por el desamor... me está costando un montón construir mi propia fortaleza.
En algún lugar de mi ser, me adueñé del Sur.
Eso me duele. El Sur. Esos lugares del fin del mundo que, en mis fantasías y mis mejores sueños, hemos sabido conquistar juntos. Estoy en una situación a la que llamo de una forma muy particular pero fácil: una situación difícil. Corro con una suerte que, más que suerte, llamaría privilegio: me siento completa, no perdí ninguna mitad ni media naranja. Pero cuando son las dos de la mañana y el silencio cae sobre la madrugada, tengo tiempo para pensar y creer que, en alguna porción del espacio-tiempo, podría(mos) haber hecho algo por nosotros. Podríamos habernos adueñado del Sur. Podríamos haber bailado sobre la nieve. Podríamos haber ganado esta batalla. ¿Sabés qué? tengo muy en claro lo que digo cuando hablo en plural. Lo he visto en tus gestos, tus reacciones, tus ojos. Lo sentí esta semana. Me tocó estar del otro lado.
La reacción a los hechos me ha enfrentado con una mujer que no conocía: de repente me auto-percibí fuerte. No me caí ni una sola vez, me encontré, después de alrededor de 5 años, conmigo misma. Podríamos haber hecho algo por nosotros, pero el hecho de no concretarlo, logró que yo haga algo por mi misma. Eso, no me lo puede arrebatar nadie. Lo que no dejo de asumir, es que en el fondo de mi cuerpa quedan.. no sé... cosas. Trozos de recuerdos. Momentos. Un lápiz, una foto de instagram, un par de abrazos, el Sur, una serie, un cumpleaños. A veces vuelvo. A veces, estoy en la cornisa. No dejo de ser fuerte, no dejo de levantar la bandera y resistir, pero ¿sabés qué? Son las dos de la mañana, y de repente, la vorágine del día se esfuma al punto de contactar con los lugares más profundos de mi ser, aquellos en donde en algún momento estuvimos cerca de bailar bajo la nieve, y correr en medias en tu casa, y brillar en medio de tanta oscuridad con una canción de fondo.
Aquellos lugares en donde fuiste poesía, donde arrancaste la prosa de mi ser.
Hermana, compañera. Todavía quedan batallas. Lo sabés, y yo también lo sé. El Sur nunca dejará de existir, los recuerdos parten de una realidad que solo puede esfumarse en nuestra memoria, podes bailar bajo la nieve sola. Podés correr con medias grises en un piso de madera y, si querés una guitarra de fondo, aprendé a tocarla. Podés escribir poesía sobre otras cosas. Podés escribir poesía sobre vos misma. Podés escribir guiones en cafeterías y cantar el álbum Red de Taylor Swift las veces que vos quieras.
Hermana, compañera. Algún día... podremos conquistar el Sur sin la ayuda de nadie.
Comentarios
Publicar un comentario