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Hay cosas que suceden y, con el pasar del tiempo, se diluyen en la memoria. De relatos, efemérides y recuerdos ajenos, es que te apareciste en mi mente un martes a las 2 de la mañana. Tu pelo, tu amor por los esmaltes y tus acolchados con vuelo, no son cosas que he pasado por alto de chica. Tengo tu cara plasmada en mi mente como si el tiempo no hubiese pasado. Tengo tu risa grabada en el corazón, y se repite cada vez que te nombro, o veo una foto tuya. Tengo tu mirada. La guardo en lo más profundo de las madrugadas de lluvia y crisis existenciales. Ojalá el mundo funcionara de otra forma. Mientras la noche se asienta sobre nosotros, pienso que ojalá caminases por las calles que recorro todos los días. Ojalá me dijeras que hago con todo este desastre que se generó en el último tiempo. Se me llena el cuerpo de euforia de tan solo imaginar que serías capaz de llevar un pañuelo verde en tu cartera, porque esa eras vos tía. Eras amor en un cuerpo humano. Te pintabas, te arreglabas, te vestías y salías a comerte el mundo. Sé que cada vez que hablo de vos en pasado, se me resquebraja un poquito más el corazón, pero con solo acordarme de tu risa, alcanza y sobra para sanar.
Te amo. Fuerte. Como una ola. Te amo con todo mi corazón. Te amo y te extraño.
Todo el tiempo.
Ojalá lo hubieses sabido.
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