Superpower
El 15 de Septiembre de 2013 publiqué una entrada llamada Love is Love. Fue el primer post que logró altas cantidades de visitas en tan poco tiempo. Me acuerdo que no salía de mi asombro y no podía creer que todo sea tan recíproco. En ese texto, hablé de que los homosexuales y los heterosexuales debían tener los mismos derechos. Dije que se trataba de amor, que había que dejar de lado lo sexual. Después escribí otra, esta fue un 20 de Enero de 2016: Black and White. En esta última estaba un poquito más con los pies sobre la tierra, sin embargo, asumí que quienes nos etiquetaban por nuestra sexualidad eran unos pelotudos. Dije que hablamos de nosotros y nosotras como si fuéramos diferentes. Que eso estaba mal. Bueno, a mi yo del pasado: ellos y nosotras si vivimos en condiciones diferentes; quienes nos etiquetan por nuestra sexualidad cometen pequeños gritos desesperados de justicia; pero sobre todo: no es sobre el amor.
Cuando hablo de amor, me refiero al que nos vende el capitalismo: ese de una relación heterosexual, con hijos y un casamiento de por medio. La famosa heteronorma. Esa que hace, por ejemplo, que cada vez que alguien haga un cover de una canción cantada por otro alguien del sexo opuesto, cambie una a por una o, o viceversa (y esa es de las cosas más leves y sutiles que comete, porque créanme, la heteronorma nos rige y nos cría, y nos hace lo que somos: bastante despreciables).
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Cuando hablé de que no me gustaban las etiquetas, pero claro que no me gustaban. No me gustan, no voy a mentir. Pero con el tiempo entendí algo de lo más importante: decirte gay, lesbiana, bisexual, transexual, travesti, transgénero... es ejercer un peso político. Marchar todos los años por el orgullo gay no es hablar de etiquetas, es hablar de que somos varios y estamos presentes, y pedimos y pediremos (siempre) por tener los mismos derechos que los heterosexuales. Por la igualdad. Por el derecho al cupo laboral trans. Por el freno a la discriminación, a los golpes, a la indiferencia.
Igualdad.
A eso quería llegar.
Hablé de nosotros y nosotras y dije que no somos diferentes. Bueno, queridos. Ustedes si son diferentes.
Vivimos en un sistema patriarcal, ese que nos vino importado desde Europa en la modernidad. Este sistema ha beneficiado históricamente a los hombres. En todo ámbito y orden de la vida está el sector opresor y el oprimido. Con el tiempo, aprendí que el opresor sólo ejerce su poder cuando tiene apoyo dentro de los mismos oprimidos. ¿Escuchaste a alguna mujer decir que feminismo y machismo son lo mismo? Bueno.
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Cuando decimos Ni una menos y pedimos que no nos maten, no solo hablamos de eso. La lucha existe porque miles de mujeres alzamos la bandera, ¿sabés por qué? Porque este sistema es disfuncional. El sistema entero privilegia a los hombres por sobre las mujeres. Lo hace cuando ellos cobran más que nosotras por el mismo trabajo, lo hace cuando se habla de conductor y co-conductora. Lo hace cuando somos 3 chicos y 6 chicas y hablamos de "nosotros". Lo hace cuando te obliga a vos mujer a tener un hijo que no querés, a casarte con cualquiera porque "ya es hora", a tener una familia y a renunciar a tus sueños para quedarte limpiando tu casa todo el día mientras tu marido es quien trabaja. Lo hace cuando, como mujer, te hace sentir que fracasaste como persona por no casarte a cierta edad o no poder tener hijos. El machismo está presente cuando hacen 40 grados y vos no te podes sacar la remera pero los hombres si. El machismo está cuando te sentás atrás en el auto y no sos la co-piloto, o no te dejan manejar, o nunca te enseñaron por ser mujer.
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Está cuando el hombre que está con muchas es un winner y la piba que está con muchos es una trola. Está cuando "no todos los policías son malos", y "no todos los hombres son así", pero para nosotras la generalización está a la primera orden del día (y no importa cómo repercuta en nosotras).
Arrancá por el celeste y el rosa, y partí de allí en adelante. Como la matrix: apretá un botón violeta, y empezá a detectar todo aquello que funciona mal. No está mal ser feminista. Luchar por tus derechos, pedir por igualdad y justicia social, ser parte de la revolución... nunca puede estar mal.
Me falta. Siempre falta cuando hablamos de esto. Falta porque podría escribir años sobre los derechos que nos corresponden, y podría pasar años pidiendo por igualdad. Lo cierto, es que cada vez somos más. Lo cierto, es que guste o no: está pasando. Suerte con eso opresores.
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