*Todavía

En algún lugar de esta ciudad abrís los ojos y pienso:
nunca será al lado mio.

Hoy me preguntaron como estaba, y traté de explicar en un idioma que no hablo el decir que cada vez estás más presente. Lo cierto es que no sé ni de quién hablo, porque me perdí en una laguna de idealizaciones y cosas que nunca pasarán. Pienso a diario en que sé reconocer la mentira. Y si, ya sé que no me querés de la misma forma.

Ni siquiera sé si me querés de otra.

El amor es otra cosa, y estoy muy convencida de ello. La única seguridad que invade mi cuerpo es la de no estar enamorada.* Y ahora, el colmo de los colmos abrió la puerta de entrada para sentarse al lado mio y darme algo. Oportunidad. Casualidad. Nada. ¿Cuál de las tres será?

El azar te nombró mi amigo invisible: amigo no, invisible... sin dudarlo. Que ironía, ¿no? lo único que no quiero de vos es ser tu amiga,  y lo que más quiero de tu parte es que dejes de ser tan invisible. Ahora... te tengo que hacer un regalo. Si. Además del tiempo que te dedico todos los días: incluye sonrisas, ojos perdidos y un par de lágrimas. Tengo que recorrer las calles más tristes de la ciudad para buscar algo material que ocupe el único lugar que voy a tener en tu vida: la carta ganadora del juego.

Te abrí una puerta hace años. Después te fuiste (y yo también lo hice). Pero volviste, y algo que me había parecido lo inevitable e irrelevante, se convirtió en varias noches de insomnio. Porque está todo más que bien, y vos nunca vas a tener la culpa de lo que me pasa. Pero, ¿quién me regala a mi un corazón que no lata tanto? O no sé, manos que no tiemblen. No paro de preguntarme de dónde salió todo esto, porque yo dejé de ser esa persona hace mucho tiempo. Incluso sé que todas estas cosas se manifiestan de una forma bastante extraña, en donde más que amor, se presenta la incertidumbre. No estoy enamorada, y estoy tan segura de eso que no sé por qué gasto letras en escribirlo tres veces por párrafo.

Está bien que no quieras entrar. Está bien que quieras mirar para otro lado. Está perfecto que no te pase lo mismo. No voy a hacer una fiesta por ello. Pero ¿sabés qué no esta bien? que yo haya dejado de quererme tanto por intentar que me quieras un poco. 

Y ningún amigo invisible podrá regalarme amor propio. 


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