Una Gata y un par de medias

igual, va a estar todo bien.

Las bombas explotan y determinan el final de todo aquello que se daba. Existen días que dejan de ser insulsas veinticuatro horas, y se convierten en una marca que la verás de aquí, para siempre. Y hoy, todo eso, paso por dentro. 

Tenía dos papeles: el de tu nombre, y el de un dibujo que lo representaba. Casi como llamarte Violeta y teñirte el pelo de púrpura. Y gritaste tan fuerte que me asfixie. Lo cierto, es que guardo todo tipo de recuerdo que algún día pueda valer algo para mi. Como el envoltorio de regalo que descansa en mi mochila en este preciso momento. Por el agua se despidieron aquel dibujo junto con tu nombre, y traté de cortar en seco todo aquello que vine atravesando, justo hoy, desde hace un año. 

Intenté mirarte a los ojos tres veces y, en la última, tuve la suerte de entender que por ahí no me gustabas tanto. Y entonces llegó el amanecer y comenzó a salir el sol. Mientras mis tejidos se encontraban atravesando el duelo, mi cuerpo se detenía sobre el vidrio de la puerta para observar el espectáculo. Muchas veces en mi vida, me he sentido tan vacía como una maceta abandonada en un supermercado, de esas que no quiere comprar nadie. Pero hoy, fue muy raro. Hoy me sentí la maceta más linda de todas, con adornos y colores de todo tipo. Expuesta en el centro de un bazar de calle 47. Solo que ninguna flor crecía dentro mío, y todas las personas me pasaban por los costados

Miraba al cielo rosado, y ese fue el momento en el que me acordé de un día: el día en que era verano, y nos quedamos hasta las ocho y media de la mañana hablando en tu casa. Nos tiramos en el pasto a observar el cielo, y los ventanales enormes de la misma, dejaban ingresar el color naranja típico de los amaneceres veraniegos. Y mientras pensaba en lo mucho que iba a llorar cuando llegase a mi casa, desee con toda el alma volver a sentirme así, como en ese día. En donde sabía que nosotros íbamos a ser algo durarero, algo de los años. En donde sentía la libertad de ser quien quisiera ser, y la visión del futuro era tan prometedora como el sol matutino que nos iluminaba entonces. Aquel día, en el que mi vestido amarillo se deslizaba con las sutiles brisas de verano. Algo que un tal Charlie solía llamar sentirse infinito.

Ojalá no te hubiera dado tantas canciones, pero no te preocupes, algún día ellas volverán a mi. Y nosotros vamos a poder sentarnos a tomar cafés a las siete de la mañana como dos personas normales. A mi no me van a temblar las manos, ni el corazón, ni las ganas de llorar. Nosotros podemos ser amigos, y nos podemos querer bien. Sano. Y eso también está perfecto. Porque vos no sos eterno, y el sol tampoco. Pero es la única garantía de vida que tengo, lo único que me da aire cuando parece que el mundo se acaba. Hoy, el mundo se acabó por un ratito. Nuestro mundo dejó de existir para siempre. Pero el mundo, no se va a acabar por otra historia más de desamor. Porque abracé a todos mis amigos. todos. Y todos me dieron un abrazo de vuelta.

Y siempre que tenga abrazos
y siempre que tenga sol
siempre
tendré aire para respirar.

va a estar todo bien. 

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