La Despedida
Después de tres años, seguía igual: manchas de humedad por todos lados, ruidos de motores más usados que mi ropa, humo y olor a más humo por todas partes, y familias corriendo de una plataforma a otra. La terminal de La Plata nunca se iba a destacar por su belleza o su estructura. Y debo decir, que el hecho de no haber pisado tierra platense por tres años, hacerlo de vuelta en este lugar no es la mejor bienvenida...
Tres meses. Eran solo tres meses. Entre el bolso y la valija hacía más peso que todos juntos. Una vez que los tomé, coloqué el bolso sobre la valija y empecé a caminar. Puedo tener mis percances con esta ciudad, pero volver al lugar que me vio crecer y ser lo que soy hoy... era algo sumamente lindo. El cargamento era tan pesado que tuve que parar un segundo. Había un banco vacío, por lo que decidí sentarme unos minutos. Creo que en algún punto... no estaba preparada. Había visto a mi familia hacía solo cinco meses pero a mi casa no la pisaba hacía tres años. Por cada segundo que corría, mi mente solo traía más recuerdos. Me reí en solitario cuando me acordé de aquella juntada de despedida. No puedo decir como terminó, pero definitivamente sabía que a ese grupo lo extrañaba más que nada en el mundo.
Me puse de pie, y volví al ruedo. Para llegar a la fila de taxis, debía cruzar el interior de la terminal. Una vez que lo hice, comencé a hacer la fila. El clima humedo ya estaba haciendo efecto sobre mi pelo y mi cuerpo. Delante mío habían solo 3 personas, por lo que pronto me iría a casa. Pero a mi mente no le importaba, mi mente se había detenido en una sola cosa.
En estos tres años, nunca los llamé. Nunca me comuniqué. Quise despegarme tanto de mi vida que cerré toda red social posible. No sabía nada de ellos: qué estaban haciendo, cómo estaban ahora, quién estaba con quién o demás. Y por algún motivo, todo eso me dio miedo. ¿Estarán enojados conmigo? Porque si algo tenía claro era que yo era el típico personaje de serie que se va en la tercera temporada y vuelve tres temporadas después: renovado, nuevo, espléndido y aturdido por los "nunca me llamaste", "no supe más nada de vos". Y esa era yo ahora: estaba renovada, estaba diferente. Y creo que si hubiese estado en el lugar de ellos, en este momento solo me odiaría.
Sin darme cuenta del paso del tiempo, me subí al taxi. Y sin darme cuenta de como la mente puede jugarte una pasada de cualquier tipo, le di la dirección de otra casa.
Esa casa.
La de todas las juntadas.
La de la despedida.
Y por algún motivo sumamente estúpido, no dije absolutamente nada. El taxi siguió su destino como si nada, y claro, porque ese era su trabajo. Pero el mio en todo este tiempo había sido dejar de ser tan incoherente... y bueno... las cosas no habían cambiado mucho por acá.
Cada vez estabamos más cerca. Y por cada cuadra mi cuerpo se iba asfixiando. Tres años habían pasado, ¿estará pelado? ¿seguirá de novio con ella, mi amiga más cercana? No había respuestas.
Mientras más cerca estábamos, comencé a entender que tarde o temprano tenía que e iba a hacer esto. Digo... eran mis amigos. Los únicos que habían estado siempre, en todo momento. Aquellos de la despedida con cervezas y licores, aquellos que me saludaban en la terminal mientras los veía desde el micro. Uno siempre dice "que no se corte", o "nos mantenemos en contacto". Pero como no dejaba de meter el pie en el mismo pozo ciego de siempre, ignoré todos los mensajes posibles, creyendo que esa era una de las tantas maneras de "renovar los aires".
Estúpida.
Era el momento.
Entonces bajé los bolsos e ingresé al porche. Los dejé ahí, conté hasta diez, respiré profundo unas veinte veces... y toqué el timbre. El peso de mi cuerpo cayó en mi hombro izquierdo, apoyado contra la pared. Me comía las uñas. Y nadie habría la puerta.
Entonces sentí pasos.
Y entonces, giró la llave.
La puerta se abrió, y ahí estaba ella. Me miró fijo, de arriba a abajo. Estaba seria.
Empecé a llorar sin darme cuenta. Desde que la puerta se había abierto, mi cuerpo no había reaccionado, solo esperaba que alguien aceptara mis disculpas. Y en un momento, sin darme cuenta y de repente, me sonrió, también con lágrimas en los ojos. Y me abrazó. Como si me hubiese extrañado todo este tiempo. Como si hubiésemos pasado tres años sin vernos.
Comentarios
Publicar un comentario