Persistimos

No pude dormir en toda la noche. Ignorando todos los dolores de mi cuerpo que, al parecer, se revelaron contra mi de forma alineada, lo único que no se desvaneció de mi mente fue tu rostro. Porque antes escribía desde un lugar muy personal, de amor propio. Y creeme cuando te digo: me sigo queriendo bastante (con sus debidas turbulencias). Pero esto... esto que te escribo ahora... lo hago desde un lugar de desesperación. Me desespera no saber que hacer. Hace dos días que mi cabeza solo escucha tu voz. Dos días en los que no pude parar de pensar en que quizá, estés floreciendo. Tengo ganas de volver a verte, de compartir momentos. Este amor que siento no late como los anteriores. No es una necesidad, ni una cuestión vital. No tengo ganas de poseerte. Pero, por dios, me hacés sentir viva. Me hacés florecer, abrirme, liberarme. Me invadís de naranja y de inocencia. De bondad, sobre todo, de bondad. Porque sos más de lo que todos creen. Porque aquel día en que me dijeron que te olvide, en algún lugar me guardé las esperanzas. Porque de futuro no sé nada, pero lo sabía. Sabía que eras más. Sabía que eras compañero. Sabía que no había escondido las ilusiones y las esperanzas en vano. Vales la pena. La caja de esperanzas, el baúl de ilusiones, las flores de color naranja. Vales absolutamente la pena.

Y lo más importante
me hacés sentir libre.


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