Nadie es Capaz de Matarte en mi (alma)
Nos reímos de la Navidad y nos reímos de la depresión, pero mis amigos me fallaron y aquella noche no me reí. Me dormí con los párpados hinchados y cuando desperté, no logré entender cómo no explotaron a mitad de la noche (ni como logré quedarme dormida).
Hay una serie muy buena que tiene un personaje llamado Susan. Ella es la representación de una mujer blanca posmoderna en una sociedad patriarcal. Ella sufre y ama y te mira con los ojos al borde de la lágrima todo el tiempo. Pero igual no quiero hablar de ella, quiero hablar de él. Ella conoce a un él, y se enamoran. Después se casan y tienen un hijo. Un día, aplastados por la rutina, se abrazan. Se miran a los ojos. Se dicen que se aman muchísimo, que la rutina los dejó ciegos. Son felices, y radiantes. En menos de 10 segundos, él es asesinado a sangre fría por un hombre de negocios turbios.
Nunca lo lloré. Recuerdo exactamente por que no lo hice: antes de que Mike caiga muerto sobre la puerta de su casa, aparece en pantalla un flashback. Este detalla con exactitud todos y cada uno de los momentos importantes de su relación. El más bello de todos: la primera vez que se miran a los ojos.
Eso vi ayer.
Porque me quise convencer de que no te quería tanto, y de que el hecho de que vos estés tan cerca y yo no pueda moverme, no significaba el alud de lágrimas que se desataron después. Pero vi todo.
Vi el día que te sentaste a hablarme en las escalinatas del colegio; y cuando les hice café a todos y vos te apoyaste sobre la mesa, al lado mio. Te vi parado a mitad de cuadra, esperándome a que corriese con toda la ropa en la mano. Te vi en el bowling, cuando me dijiste cómo tenía que jugar sin hacer desastres. Después estabas sentado en una mesa ganándome en el uno. Eran varias las mesas en las que lo hacías, como la pileta en donde te sacaba fotos. Todo terminaba en un día: aquel en que me preguntaste por qué no jugué al voley. El mismo en el que te paraste con la pelota al lado mio, mientras te reías y me decías que espere. Ese fue el final. Y mi cuerpo no lograba contener el aire, porque de solo pensar que ayer no tendría que haber estado tirada en una cama llorando, se me ablandaban todos los sentidos.
Me vi maquillándome y vistiéndome para alguien que no era yo. Y se perfectamente que tendría que haber estado ahí con ustedes. Me fui a dormir con ganas de alejarme de todos, porque hace mucho que siento esta intermitencia. Y cuando no pude hacerlo, era porque no lograba entender por qué las cosas habían salido de esta forma (incluso, se cumplió un día y todavía no lo entiendo).
Vi El diario de Bridget Jones pensando en que te iba a ver. Después, vi Love Actually mientras me enamoraba de Hugh Grant y Colin Firth por enésima vez. Con los párpados helados del hielo, cerré los ojos e intenté dormir. Hoy volví a ver la historia de Bridget, deseando que Mark Darcy se personifique en la realidad y se case conmigo.
Y me sentí muy sola.
Cuando se hicieron las doce, después del brindis, me encerré en mi pieza a escuchar música. Dejé la copa en la mesa de luz y me vi en un futuro muy lejano: el quitaesmalte, las pinturas, los algodones, los aros desordenados y la copa del brindis. Todos, sobre mi mesa de luz.
Sola.
¿Y sabés qué?
Sentí muchísimo miedo.
Entiendo perfectamente todo. Sé que me hablaste porque estaba sola, y que me esperaste porque simplemente sos bueno. Sé que intentaste enseñarme a patear una pelota porque eso es lo que vos amás. Y se me destiñe el pelo cada vez que pienso en que no te conozco tanto. Más aún, cuando recuerdo que los demás tampoco te pueden predecir. Me suelen decir que me merezco alguien que me valore, que me haga reír, y que me haga sentir bien. Me suelen decir, que pierdo el tiempo gustando del aire.
Vos no sos aire, sos tierra.
Pero no me querés. Y no podemos hacer nada con esto. No somos Susan y Mike. Pero si tenemos algo en común: a pesar de que estoy viva, el otoño invade todos los recuerdos; también, creo, no soy capaz de matarte en mi alma.
Feliz Navidad.
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