El Fin

Bueno. Escribir esto me cuesta horrores. Hace mucho no soy honesta conmigo misma (por motivos personales creo que nunca voy a serlo), pero eso me está llevando a otros lugares. Lugares en los que no quiero estar. Este era mi lugar, mi cable a tierra. Escribir salva. Voy a intentar salvarme.

Siempre hay dos lados de una misma historia. Yo solo tengo el mio. Puedo intentar ver desde otro lugar pero, dependiendo la situación, me cuesta. Estoy extremadamente dolida. Es un dolor tan grande que opaca todo a su alrededor: los abrazos, los besos, las risas, las vacaciones. De mi, siempre intento sacar lo mejor. De vez en mes me salta la locura, pero siempre trato de volver al ruedo, retomar el camino, y amar hasta morir.

Estoy muriendo.
Por dentro.
Hace mucho tiempo.

Por, más o menos, mayo... conocí a una persona. La primera vez que nos sentamos a hablar, tuvimos que forzar una conversación durante dos horas. Yo tenía un poco más de experiencia en un ámbito que recién arrancábamos a compartir, por lo que las preguntas que respondía se volvían repetidas, pero no me importaba. Eso hizo que para Junio, las dos horas de charla no alcancen.

No me cansaba. Uno nunca puede cansarse de almas llenas de luz, bondad, ternura y amor. Eso era. Era un ser de luz. Con lágrimas en los ojos, lo sigo sosteniendo. Irradiaba tanta luz que cada vez que mi mal humor arrasaba por todo el edificio, la culpa era enorme. Así era nuestra relación. Nos contábamos todo. Absolutamente todo.


- Voy al baño. 
- ¡Suerte!  


Un día, entre lluvia y lluvia me preguntó si ella tenía novio. Empecé a saltar como una tonta. Yo sabía que él gustaba de ella. Se arrepintió de habermelo dicho, pero fue a partir de entonces que empecé a dar lo mejor de mi para que ella sintiera lo mismo. 


20 de Julio de 2017

- Agus, ¿si o no? 
- ¿Qué cosa? 
- ¿Si o no? 
- Si. 


Yo ya sabía de qué me hablaba. A las 8 de la noche me contó que le había confesado todo. Estuvimos toda la noche hablando. Todas las noches, en realidad, eran así.

Un viernes nos sentamos en la mesa. Ella me confesó lo mismo.


- Agus, estoy confundida con él.
- ¡¿QUÉ?! 
- Igual, solo un poquito. 


No me daba la cara para sonreír. Me acuerdo que en ese entonces el llegó a la mesa. Me senté. Enmudecimos todos. Ahí arrancó lo mismo de siempre: la yerba, el mate, el agua caliente (menos a Facu, a él no le gustaba el agua tan caliente). Todo volvió a su ciclo.

Un día ella me dijo que tenía muchas ganas de que él la abrace. Entonces rompí un pacto. Me acuerdo que encontré una forma sutil de romper todos mis pactos con ellos. Todo lo que él me decía llegaba directamente a ella. Todo lo que ella me contaba... bueno, llegaba un tanto camuflado a él. Él era mi hermanito de la vida, pero ella era mujer. Ella era como alguien que siempre quería abrazar y proteger. Era un ángel. 

Ese mismo día, se despidieron con un abrazo. 

A las dos semanas el grupo irradiaba felicidad. Por fin estaban juntos. Todas esas charlas de martes por la mañana habían tenido sentido. Pero por algo me caen lágrimas mientras escribo esto. Habrá tenido que ser así, habrá algo más que todavía no podemos ver... o en otra vida habré sido la peor persona del universo. Hoy estoy desecha. 

Un día, ella se enojó con otro él. Se fue del grupo. Al otro día me acerqué y le pregunté como estaba. Creo que estaba bien. Un día yo entre a twitter y leí, algo así, como 3 apartados dedicados a mi de forma indirecta. Ella se había enojado conmigo.  Me fui al baño como si nada. Me encerré. Me tapé la cara con la toalla de manos, y empecé a llorar. Estuve llorando toda la noche. Tres tweets de mierda, insulsos, diminutos. Pero qué había hecho yo para merecerlos

Con el tiempo se fue todo al pasto. La ruta se desvió, el grupo se partió en dos. Dejaron de irradiar luz y comenzaron a destilar odio. Me acuerdo que uno de esos martes, yo le había contado a él un complejo físico. Eso, ahora, era un insulto. Me insultaron indirectamente por mi físico, vulneraron mi cuenta de instagram para hacer de las suyas. Encontré en ellos dos personas desconocidas, sin haberles hecho absolutamente nada. Eso me duele. El odio inmenso que no dejo de recibir hace meses... ¿Por qué? No hay un porqué. 

Me duele todo. Cada día que pasa lloro un poco más que el anterior. Mis amigos me ruegan que deje todo atrás pero yo soy la única que no logra salir adelante. Tengo miedo. En estos días no sé de qué soy capaz, y lo que más me duele, es extrañarlos tanto. Los extraño horrores. Quiero abrazarlos. Pero me insultaron por mi cara, y se metieron en mi privacidad. No hay reconciliación. No hay perdón. Eso me duele. 

Eso es lo que siento. Los detesto. Los detesto por haber sido buenos y hacerme todo esto sin razón. Los detesto porque me duele el cuerpo de extrañarlos tanto. Los detesto porque yo no les hice nada. Pero ya no existen. Se esfumaron con el tiempo. Eso si que no tiene perdón

Comentarios

  1. Me duele, justo en el centro del pecho se me reabre una herida a la que nunca le dejo de meter mano ni de echar sal.
    Comprendo como te sientes, y es horrible que pases por eso. De verdad.
    Lo único que puedo decir es que el dolor mengua, poco a poco. Y tal vez nunca comprendamos porque las personas dejan de llenarse de luz y comienzan a ser solo seres de sombras, pero no dejes que te conviertan en cenizas.
    Sigue siendo llama, sigue ardiendo.
    Abrazos.

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    Respuestas
    1. Me duele saber que lo entendes. Ojalá no lo entendieras. Por momentos se cura, pero por otros... como decís vos: meter la mano en la herida y revolver. Ojalá algún día podamos ambas aprender a convivir con este tipo de dolor (supongo que es de los peores). Te mando otro abrazo. Gracias por tus buenos deseos, desde este humilde lugar te mando los mismos.

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