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El realismo, lo que és. La posta posta. Es un lugar que no visitas nunca. Vivís, estudiás, interactuás con otras personas. Y esa puerta te mira desde lejos: sabe que querés abrirla. La perdés de vista como si nada, despreciando oportunidades nuevas con tal de quedarte para siempre en el mismo lugar de todos los días de tu vida, creyendo que vas a plantar un árbol y va a crecer el bosque que tanto deseas, cuando en realidad, bien sabés que tus manos están vacías, que no hay ninguna semilla que pueda salvarte. 

El amor te mira a la cara todos los días, pero a vos te encanta mirarlo a los ojos y decirle que no todo el tiempo. Te fascina creer que decir "el amor no es algo que se fuerza" es ser progre, te gusta creerte que te están obligando a amar a la fuerza, y bien sabés que cuando el corazón te late fuerte te hacés la distraída para no escucharlo. Seguís congelándote cada vez que entra por la puerta, desde hace meses ya. Y esa comodidad que sentís cuando crees que te va a abrazar todos los inviernos, no te la saca nadie. 

Amamos por reglas y por cantidad de me gusta. Y si no te pone me gusta no te quiere. Y sabés que suena re brusco decir que le importás menos que la crisis del dolar, por eso mirás para otro lado y crees que él también te mira. Hermana, no te mira. Te lo digo con agua en los ojos: no te mira.


A menudo te sentís muy sola, y crees que nunca más vas a poder escribir. Se viene el invierno, y te desvalorizas tanto que ni siquiera podés tejerte un fucking pullover. Y extrañas un montón el centro oscuro a las 7 de la tarde, pasar por todo moda y llorarle a tu mamá para entrar y que te compre algo. El presente es tan efímero que sentimos que la vida nos pasa volando, mientras a su paso, la muy atrevida arrasa con todo. Ahora te tomás todos los días el micro en el centro, y comprarte algo en todo moda resulta aburrido.  El centro también es aburrido, y lo naturalizas tanto que cuando te alejas de la realidad para replantearte la vida, en algún lugar que todavía tiene la puerta cerrada, se puede ver por la mirilla el miedo enorme a que se acaben las aventuras. Te encanta refugiarte en las películas y la comida creyendo que algún día alguien va a venir a salvarte. Pero no, corazona. Los superhéroes no existen, y los hombres que nos respetan... no siempre nos quieren de la misma forma. Eso me duele un poco. Bastante diría


Usas pilas y pilas de bufandas para que la careta no se te caiga al piso. Desvanecida te dejaría saber que otros pueden leer tu realidad. Sobre todo, porque hace meses que escondes un miedo enorme a contarle a la gente lo que te pasa. Una vez, en una bella serie, un personaje dijo que tantas veces le dijeron tonta, que terminó creyéndoselo. Y me gustaría saber en qué momento dejaste de confiar en la gente, porque me entristece por demás. Esa puerta está entreabierta, y bien sabés que adentro no hay absolutamente nada. El corazón late, pero lo sentís vacío. Y a medida que el frio nos invade, te sentís cada vez más sola. Ya no vivís por cambios radicales. El cambio más radical que hiciste en el último tiempo fue cambiar la lámpara de tu escritorio. Te gusta creer que a partir de ello vivís otra vida. Que, por fín, algo cambió. Y está bien, hermana. Está bien que te dejes sentir algo lindo.

Ojalá recibas más abrazos, sobre todo de la gente que te quiere. Ojalá... puedas entender que existe gente que te quiere. Que tenés abrazos para recibir en invierno, y mantas y amigos de lujo. Ojalá que puedas abrirte y decir que te cansaste de querer tanto tiempo en vano. Ojalá pasen los días y te termines de dar cuenta de que no se puede amar en pausa. De tanto que te costó decir que no, ahora no podés decir que sí. 

Ojalá, compañera, que puedas volver a decir que si


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