Presencia (I)

Nadie quiere escuchar
la misma historia
una y otra vez
de como conocí
y amé
y sentí
en silencio.

El otro día
escuché horas y horas
sobre amores ajenos
reales.

Y me han hecho creer
que los abrazos y los pequeños gestos
no valen tanto
como los besos.

Pero yo estuve ahí
cuando me ayudaron a desempolvar el pasado
y se acomodaron en mi silla
por encima de mi saco
y no me dieron ni un beso.

Estuve ahí
cuando me diste la mano
cuando me cambiaste la manera de ver
cuando tus pies bailaron
sobre mi cabeza.

Nadie más estuvo ahí.

Y a nadie le importa.
Y nadie me escucha
cuando les digo que me gusta alguien
y cuando les cuento
las pequeñas cosas.

El otro día leí
un texto escrito por Juan Solá
que hablaba de que el amor
era el chocolate escondido en la mochila
y servirte la porción más grande
y dejarte medio acolchado en la cama.
Que no solo se trataba
de besos y caricias
que se trataba
de algo así como la presencia
en todos los ámbitos de tu vida.

Y no tuve a nadie a quien contarle
que nunca en la vida
me acomodé tan rápido la ropa
para poder llegar a despedirte
antes de que partieras.

Nadie quiso escucharme
cuando quise decir
que logré darme cuenta
de que vos también me estabas esperando.

 

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