De memoria
Esto tiene que ser lo último. Tiene que ser el final.
¿Sabés lo que querés? ¿lo tenés? ¿lo aprecias? Porque yo nunca supe lo que quería y así me fue en la vida: con los chicos, con el colegio, con los amigos o con los estudios. Porque soy un boomerang que las buenas personas no merecen atravesar. Este no es un ataque momentáneo de mi autoestima, esto es lo que siento ahora, ya. Porque nadie merece poner atención en quien no contesta los mensajes o no da señales de vida porque lo siente así. Es todo blanco y gris. Ni siquiera negro. Todavía no toca al negro. Y últimamente soy la chica de las ojeras, la que contesta mal, la que no valora nada. Soy la loca que cae en la cursada tarde y se sienta en cualquier lugar, lejos de toda la gente que la quiere, porque todavía puedo pensar y entender que nadie merece que alguien le cague el día con sus ataquitos monocromáticos. Alguien me está contagiando un poco de su paleta de colores y eso no debería pasar, pero por algún motivo yo sola me estoy yendo por esas ramas... casi como si no me diera cuenta... o peor, casi como si necesitara hacerlo.
Cuidado con los días y las noches. Y con los atardeceres furiosos. Cuidado con todo aquello que te haga sentir o seguir sintiendo porque no sabés hasta qué punto podes llegar. Y yo tampoco. Cuidado con sentir demasiado, pero sobre todo: cuidado con no sentir. ¿Qué peligro, no? Ser un boomerang es ser una incertidumbre. Es ser blanco y de repente gris, y de repente naranja, para terminar siendo negro. Negro.
Negro.
Cuidado con el negro.
Siempre digo que todo aquel que me lee debe pensar que soy una loca depresiva, pero la cuestión es que no lo soy. Solo escribo cuando estoy triste y lo necesito, o simplemente cuando lo necesito, o cuando supero toda esa tristeza. Todo tiene que ver con ese ciclo. Incluso podría etiquetar los post de esa forma. Este sería un gris. Un gris tan indefinido y con tanto miedo de ser blanco o negro que no se movería nunca, que nos haría odiarlo con todas nuestras fuerzas. Un gris tan agustina, tan pero tan yo, que me haría odiarlo aún más. Si, por ser como yo. Porque constantemente me choco con espejos que no hacen más que impactarme con mi propia realidad. ¿Qué manía que tiene el ser humano de odiarse, no? ¿vieron? Bueno. Me importa muy poco la panza, o la nariz, o los dientes. Está todo adentro. No son mis pies grandes, es la forma en que los uso para caminar. No es mi nariz, es la forma en que respiro. No son mis ojos, si... ya sabés la respuesta. Y no es mi cuerpo, es la forma en la que vuelo por los aires. Siempre vuelo.
Siempre vuelo.
Y es un 50 y 50. El 50% floto en el aire, porque no tengo peso... porque soy una nada misma que solo llora y siente demasiado y se pierde en los detalles. Y el otro 50%... el otro 50% es volar y volar y volar por los aires, amar y sentir y ver terrazas a las 6 y media de la tarde con tonalidades frías, con ese azul bello como si mismo. Es sentirse enamorada, o sentirse contenta, o sentirse realizada... o sentir algo que me hace bien.
Ojo con lo que decís. Ojo con aquellos que no entienden. Ojo con las personas que no pueden leer entre líneas y con los que interpretan otra cosa, o con vos misma que querés hablar en verde y terminás haciéndolo en azul, casi casi como yo. Nena, tené cuidado. El mundo no piensa como vos ni se expresa como vos, por eso te pido que lo hagas con cautela. Decí lo que sentís y lanzalo al aire como si fuese un polvo de colores, solo acordate que algunos de ellos manchan. Solo acordate, que a veces podemos herir a la persona equivocada.
No tengas miedo. Tené cuidado pero no miedo. El miedo paraliza. El miedo hace que te retraigas y te encierres en una caja más chica de lo que tu cuerpo soporta, con muros tan fuertes que no podés derribarlos. Y si, soy una boluda que dice que no tengas miedo pero te hace temerle a él. Bueno, no le temas. Solo tenés que creer que adentro tuyo existe la fuerza para tirar abajo el miedo. Incluso cuando sentís que no hay más fuerzas... siempre hay.
Soy un libro abierto que no deja de expulsar arcoíris y color de rosa, con colores grises y domingos lluviosos. Soy una mezcla de todo. Un hermoso y destructivo boomerang. Me quiero, no me quiero. Me quiero, no me quiero. ¿Me quieren? no me quieren. Me quieren, ¿no me quieren? Soy el gris y el naranja. Amo en naranja y odio en días nublados. Y el 90% de las veces no sé que estoy escribiendo pero también si. Indecisa, frustrada, reina del auto boicot. Pero considero que por algo me levanto todos los días, y me maquillo frente al espejo. Por algo elijo ropa linda. Y si, lo hago en busca de que me quieran. Pero se que a veces, y solo aveces, lo hago por mi misma. No hay una que sea mejor y otra que sea peor, porque no sé diferenciarlos, porque no sé lo que quiero. De todas maneras, me banco. Me banco y me banco hasta el final. Con mis inseguridades y mis precauciones respecto al día y a la noche y a lo que sea.
Y creo que con eso, con eso es suficiente.
(Por ahora).
Gracias, querido disparador de emociones.
No tengas miedo. Tené cuidado pero no miedo. El miedo paraliza. El miedo hace que te retraigas y te encierres en una caja más chica de lo que tu cuerpo soporta, con muros tan fuertes que no podés derribarlos. Y si, soy una boluda que dice que no tengas miedo pero te hace temerle a él. Bueno, no le temas. Solo tenés que creer que adentro tuyo existe la fuerza para tirar abajo el miedo. Incluso cuando sentís que no hay más fuerzas... siempre hay.
Soy un libro abierto que no deja de expulsar arcoíris y color de rosa, con colores grises y domingos lluviosos. Soy una mezcla de todo. Un hermoso y destructivo boomerang. Me quiero, no me quiero. Me quiero, no me quiero. ¿Me quieren? no me quieren. Me quieren, ¿no me quieren? Soy el gris y el naranja. Amo en naranja y odio en días nublados. Y el 90% de las veces no sé que estoy escribiendo pero también si. Indecisa, frustrada, reina del auto boicot. Pero considero que por algo me levanto todos los días, y me maquillo frente al espejo. Por algo elijo ropa linda. Y si, lo hago en busca de que me quieran. Pero se que a veces, y solo aveces, lo hago por mi misma. No hay una que sea mejor y otra que sea peor, porque no sé diferenciarlos, porque no sé lo que quiero. De todas maneras, me banco. Me banco y me banco hasta el final. Con mis inseguridades y mis precauciones respecto al día y a la noche y a lo que sea.
Y creo que con eso, con eso es suficiente.
(Por ahora).
Gracias, querido disparador de emociones.
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