La reina de las fantasías

Llega el otoño y se caen todas las hojas de mi árbol. Camino de un lado a otro buscando lo que olvido, porque cuando algo me duele me olvido de todo.  Entonces, sentís que golpean la puerta. Y si, es ella. La reina de las fantasías. Te duele todo el cuerpo por cosas que nunca jamás pasaron. Quinientos futuros por minuto y en todos lloras hasta el amanecer. Pero el problema aparece cuando dejan de ser fantasías y alguien toma la terrible decisión de materializarlas. Algunos de los actos más simples esconden noches de insomnio entre un sí y un no. Algo tan simple que llega a mi a través de voces ajenas y transforma en realidad los miedos más genuinos que supe tener. Hace una semana que le lloro a la pared, al techo de la casa de mi novio, a la perra mientras duerme, a los amigos que me dejaron atrás en tan solo instantes.

El dolor es infinito y las lágrimas también. Y las cosas duelen mucho y no hay lugar para la poesía. Porque me levanto de la silla y me detengo a mitad de camino: ¿Qué vine a buscar? ya no lo recuerdo. Todo es un instante. Todos son instantes.

Cuando me hundo en el dolor y me escondo bajo el agua las sales desaparecieron, como los amigos que supiste tener y querer hasta ayer. Todo sucede muy rápido y cambia muy rápido y se transforma con tanta velocidad que volverte adulto asusta más que los monstruos escondidos debajo de la cama del niño que supiste ser. Me duele todo el cuerpo mami, y me cae mal la comida, y no puedo pensar, porque alguien vino y me dijo que todos mis miedos eran tan reales como el agua de la lluvia. Y camino hacia la facultad con el único amigo que me queda: el dolor galopante guardado en mi pecho. Los recuerdos caminan a mi lado. Agus, pensá en cosas lindas. Pero en mis cosas lindas siempre estuviste vos. Ya no son tan lindas

Las hojas de la facu están manchadas de tinta gris. Todo se vuelve ilegible porque lo tapa el dolor. No me quiero acostumbrar a él, pero me quedo en mi casa y pongo la mejor sonrisa que tengo, porque cada vez que mi mamá me ve llorar la angustia se transforma en furia. Y siempre me pide que me aleje, y siempre me dice que no vale la pena, y siempre me dice que no te mereces a una amiga como yo. Me encantaría creerle, pero te quiero para siempre y no podría pensar jamás en que no te mereces esta amistad.

Recopilé todos mis errores en un VHS y los reproduje durante diez días y nueve noches. No confío en los que dicen que nunca se equivocan pero mierda, me cuesta encontrar uno que se equipare al dolor que generaste en mi. 

A él le encanta darme la razón, y odia mucho verme llorar. 
No tanto como a vos por hacerme esto.

Dijimos que quizás la gente hiere porque está aburrida. Porque tiene ganas. Porque lo premeditó. Porque sabía que te iba a doler y lo hizo igual. Mamá también me dijo lo mismo. Yo lo hago cuando estoy muy triste, porque la tristeza es la mejor excusa para despojar el odio interior. Pero nunca quise hacerlo enfrente tuyo, siempre lo hice enfrente mio. Porque sabía que te iba a doler proyectarte mis miserias, y porque yo también sabía que no eras merecedor de nada de ello. Yo te quería mucho. Un montón. Y es cierto eso que dice mamá de que uno sabe lo que le duele al otro y por eso lo hace. Yo lo hice con vos. Muchas veces. Pero también mamá tiene razón cuando me dice que nunca volvemos a ser los mismos después del dolor. El dolor te cambia. Me cambia. No quiero que me cambie. Me cambia igual.

El dolor pasará.
Algún día.

A veces pienso en lo mucho que me gustaría poder marcarlo en el calendario. 


Siempre supe ser después del dolor.
Siempre.


Siempre. 

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