Las Olas y el Viento
La única vez que viajé a Mar del Plata en mi vida
pasamos por un montón de casas
todas con vista al mar.
Había unas de color madera
marrón oscuro
esas casas de familia
en donde podrías vivir para siempre.
El sol
se impregnaba en las ventanas del ómnibus
y en los ojos
de quien lo mire.
Los míos
habían viajado en el tiempo.
Habían partido
hacia un lugar
en el que vos y yo
éramos una familia.
Y a veces me enojo
porque siempre confundo
lo que me imponen por oprimida
con lo que deseo con el alma.
Había una nena corriendo por la casa
y un perro gigante de color beige.
Desde la entrada podías ver la luz del sol
posando sobre los muebles,
posando sobre nuestras vidas.
Yo ya me había recibido
y vos estabas haciendo tus cosas.
Cocinábamos y nos reíamos
y corríamos por toda la casa.
También los vi a ellos
viajando cinco horas por la ruta.
Con las ventanillas del auto bajas
la remera manga corta
y el viento en la cara.
Los escuché tocar el timbre
esperando a que los recibamos.
Vi tu sonrisa
mientras los abrazabas.
Y me desperté.
Hasta que hoy dijiste
que querías una casa
y un hijo
y que sea de a dos.
También dijiste
que te gustaba
el mismo helado que a mi.
Pero lo que más me quedó impregnado en el cuerpo
fue que ella nos dijo
que teníamos el mismo gusto.
Porque había alguien
que después de tanto tiempo
nos estaba mirando de esa forma.
pasamos por un montón de casas
todas con vista al mar.
Había unas de color madera
marrón oscuro
esas casas de familia
en donde podrías vivir para siempre.
El sol
se impregnaba en las ventanas del ómnibus
y en los ojos
de quien lo mire.
Los míos
habían viajado en el tiempo.
Habían partido
hacia un lugar
en el que vos y yo
éramos una familia.
Y a veces me enojo
porque siempre confundo
lo que me imponen por oprimida
con lo que deseo con el alma.
Había una nena corriendo por la casa
y un perro gigante de color beige.
Desde la entrada podías ver la luz del sol
posando sobre los muebles,
posando sobre nuestras vidas.
Yo ya me había recibido
y vos estabas haciendo tus cosas.
Cocinábamos y nos reíamos
y corríamos por toda la casa.
También los vi a ellos
viajando cinco horas por la ruta.
Con las ventanillas del auto bajas
la remera manga corta
y el viento en la cara.
Los escuché tocar el timbre
esperando a que los recibamos.
Vi tu sonrisa
mientras los abrazabas.
Y me desperté.
Hasta que hoy dijiste
que querías una casa
y un hijo
y que sea de a dos.
También dijiste
que te gustaba
el mismo helado que a mi.
Pero lo que más me quedó impregnado en el cuerpo
fue que ella nos dijo
que teníamos el mismo gusto.
Porque había alguien
que después de tanto tiempo
nos estaba mirando de esa forma.
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