Lacar

dicen que en este valle
los duraznos son de los duendes

Ahora escribo por otras dos cosas, y lo cierto es que no sé si son dos. Pero sé que una de ellas es que un día me dijiste de dónde eras. Y desde ese momento, no dejo de pensar en una cosa.


Porque debajo de esa remera existe una vida, una historia, un lugar.


Ese lugar.


Y no dejo de pensarte en medio de una ciudad turística
con una campera
y un atardecer de fondo
filmado con un 50mm
y una sonrisa de por medio.

No puedo dejar de creer
en un amor
sin fronteras
ni ataduras
sino música
y medias en invierno.

No puedo dejar de intentar
no aparecer
pero lo hago.

No puedo parar de pensarte
ni siquiera un ínfimo segundo
en mi casa
en la calle
donde sea
que haya vida
y esperanza.

No puedo dejar de sentir
que se me desvanece el mundo
el rostro

las piernas

cada vez que te acercás
y sonreís
y sos feliz.


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