I Almost Do
Volví a este lugar porque tengo lágrimas en los ojos. Volví porque de repente me vino una oleada de sensaciones que hace años dejé de sentir. Regresé a este mundo porque esta es mi casa. Hace mucho no escribo, realmente mucho. Y en este momento, no puedo dejar de sentir que estamos en diciembre o en año nuevo, y no puedo dejar de escuchar música tan 2014. Volví porque este lugar era como mi habitación: una de esas con luces de colores en la pared, con una ventana con una vista hermosa, y con tantos sentimientos escondidos. Estoy escribiendo tan rápido que no me dan las manos y ni siquiera logro notar si esto tiene alguna falta de ortografía o algún error de escritura. No me interesa. Porque, la puta madre, estoy sintiendo demasiado y no para.
No para.
Este lugar solía tratarse de lo que yo también solía tratarme. Era una chica, era diminuta. Invisible. Sumisa. Escondida, oculta. Una chica con miedo, con temor. Miedo... sobre todas las cosas que puedan existir en este mundo, yo tenía miedo. Pero también tenía sueños, tenía metas. Soñaba con Broadway. Soñaba con aprender comedia musical y subirme a bailar y cantar a un teatro. Soñaba con el éxito, con las grandezas. Era una Rachel Berry en potencia. Pero hoy... hoy no sé quien soy. Hoy soy adulta (dios mio adulta¿¿¿¿¿¿). Hoy soy chata. Hoy espero a las doce para que sea otro día y punto. Hoy no soy más adolescente, no soy más agustinita. Hoy ya hice demasiadas cosas que antes no había hecho. Hoy no sé a donde queda Broadway. Hoy no sé como subir a un escenario. Pero lo peor de todo... Bueno, lo peor de todo es que me perdí tanto que ya no me acuerdo ni quién es Rachel Berry.
Hoy ya no soy adolescente y creo que esa es una de las cosas que más dolor me genera... y de eso para abajo todo me da impotencia. Porque siempre estoy a punto de... y ahí queda. Y se me para un chico en frente en un boliche y soy la primera en salir corriendo. Tengo miedo. Miedo. ¿A qué? No sé. No sé a qué le tengo miedo. No sé lo que quiero. Me duele la garganta de tratar de evitar este llanto pero las lágrimas simplemente caen. Porque las lágrimas están ahí hace mucho tiempo. Y porque no quiero tener la vida de una chica de 19 años. Y porque quiero sentirme bien. Quiero sentirme con la conciencia limpia. Porque no hubo momento de mi vida en donde no estuviera sucia y llena de mierdas y porquerías del pasado.
Quiero volver a poner luces en la pieza. Quiero volver a ser la chica glee, la chica friends. Quiero que algo funcione. Quiero que mi cuerpo y mi alma se sanen. Quiero que mi garganta no duela más. Quiero volver a tener 15. Quiero que me vuelvan a brillar los ojos por amor al arte. Quiero dejar de sentirme conforme, porque podré tener mis defectos pero, señor mundo, no me lo merezco.
Mis ganas de que este vuelva a ser mi secreto mejor guardado, mis ganas de volver a soñar y creer en algo, mis ganas de volver a sentir y ver días soleados y tomarme el micro en la Catedral de la ciudad... rebalsan. Se me escapan del cuerpo. Porque siempre que puedo me camino esas mil cuadras (mentira, son 10 -o menos-) para tomarme el micro en la parada que se encuentra en la esquina de mi colegio. Y ya me creé algunas lindas excusas para ello, créanme. Y eso me hace bien al corazón, al alma. A la mente. Mi cuerpo y mi alma y, bueno, yo, necesitamos entender que el colegio se termino, que soy adulta (horror horror horror no quiero basta), que la vida es otra. Y creeme dueño del destino: lo voy a entender, pero solo con una condición...
Esta nunca va a dejar de ser mi habitación.
Comentarios
Publicar un comentario