La falta (II)
Hablar con un amigo
no debería sentirse como un banquillo de acusados
ni debería dar vergüenza
ni debería pesarnos.
Pequeñas señales
que me permiten despedirte
pero también
poder decir que me harté.
No me gustan
los ojos soberbios
las palabras difíciles
las voces altaneras.
Soy yo, Agus.
No soy un examen universitario.
No soy un final que rendir.
Ni soy una señora mayor con ínfulas de grandeza.
Soy yo,
Agus.
Era yo,
Agus.
Podrías haberlo entendido,
pero me sentaste en el banquillo de acusados.
Me hiciste sentir horrible
sabiendo que mi vida, en aquel entonces, era la nada misma.
Agarraste lo poco que encontraste a tu paso y te lo llevaste puesto
porque era más importante decirme
que estaba atravesada por la falta
que no soy perfecta
que soy mala
y nunca nos entendimos
o quizás si, pero hay gente que no se lleva de maravillas con las consecuencias de sus actos.
Podrías haber asumido las consecuencias
pero menos mal que no lo hiciste
porque hoy puedo ver varias cosas:
me harté
creo que no quiero volver
creo que soy demasiado cruel
creo que ya no me importa.
Siempre nos va a faltar algo.
Así que, adiós.
Creo que ya no me importa.
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